Derrota y deriva de la caballería napoleónica

A Géricault se le podría definir como un idealista liberal que en ocasiones daba servicio a clientes afectos antiguo régimen. Esta tensión entre el interés y los ideales tan característica del hombre moderno escenifica a Géricault como a un sujeto de su tiempo.

Esta nueva monografía publicada por Phaidon Press trata sobre la vida y la obra de Théodore Géricault (Rouen, 1791-1824). La autora, Nina Athanassoglou-Kallmyer, incorpora el conocimiento de estudios académicos previos y, al mismo tiempo, reinterpreta la figura de un artista que desarrolla su obra en un tiempo marcado por la transición entre el clasicismo y el romanticismo.

Géricault contribuyó a la introducción en Francia del romanticismo pictórico, y ha sido por ello injustamente incluido dentro del arquetipo del artista de alma torturada. Más allá de las mitologías de la historia del arte, Athanassoglou-Kallmyer contextualiza la figura de Géricault en el marco histórico de la caída de Napoleón (1815) y la subsiguiente restauración monárquica en Francia, un momento marcado por el desencanto político y el cambio de paradigma estético.

Así, cuando la coalición de naciones venza a Napoleón en Waterloo, el sueño republicano se esfumará en Francia. Los vencedores imponen en el poder a Luís XVIII de Borbón. Aunque éste implante una monarquía parlamentaria, representará un notable retroceso para el país, ya que retornarán los tratos de favor y las viejas corruptelas del antiguo régimen.

Se darán fuertes debates sociales entre los defensores de la monarquía en el poder (ultras) y los partidarios de la república, que añoran los tiempos del imperio expansionista de Napoleón –los llamados liberales o bonapartistas–.

Géricault tomó partido en éstas polémicas. Se le podría definir como un idealista liberal que a veces dio servicio a clientes afectos al antiguo régimen. Esta tensión entre el interés y los ideales tan típica del hombre moderno –o aburguesado– escenifica a Géricault como a un sujeto de su tiempo.

Por lo que respecta a sus lienzos, muchos estaban inspirados en los grabados populares. El artista recibió también numerosos encargos de dibujos para la consecución de litografías. Este era un nuevo sistema de impresión que socializó el consumo de imágenes entre las grandes audiencias. Los temas más comunes de éstas litografías versaban sobre actualidad, política y sociedad.

Así, la mayor parte de su obra está marcada por el descontento popular y el desencanto de la derrota de la república. Su Húsar a caballo (1812) es una melancólica idealización de la caballería napoleónica. Géricault no pudo combatir entre las filas del ejército de Napoleón –su padre pagó a un sustituto para que fuera a la guerra en vez de su hijo–. Coracero herido (1814) anticipa, por otro lado, el crudo amargor de la retirada, el fin del sueño republicano que llevó a Napoleón a exportar la revolución burguesa a lo largo y ancho de Europa.

    

Consecuentemente, fue la preocupación frente a la restauración de la Casa de Borbón lo que llevó a Géricault a pintar su obra más dramática. La balsa de la medusa (1819) se puede leer como una crítica hacia la corrupción del gobierno monárquico. Este lienzo relata un hecho lamentable que tuvo lugar frente a la costa africana.

Poco después de la derrota de Napoleón, en 1816, un barco francés tripulado por marineros, botánicos, geólogos, soldados y africanos de las colonias se hundió frente a la costa mauritana, a pocas millas de alcanzar su destino. Los oficiales, que eran nobles y aristócratas, huyeron en las pocas barcas que había y abandonaron a su tripulación a la merced de las olas.

Los náufragos construyeron una balsa que zozobró a la deriva durante trece largos días y sus noches. Se sucedieron allí terribles capítulos de sed, hambre, amotinamientos, asesinatos, antropofagia y locura. Finalmente, cuando la nave inglesa Argus encontró a los supervivientes, de los ciento cuarenta y siete hombres sólo quedaban quince con vida.

El relato de los supervivientes impresionó tanto a Géricault, que entendió éste hecho como una metáfora de la Francia de su tiempo, derrotada y a la deriva, sometida al horror y al anacronismo de una clase corrupta.

Xavier Calahorro

Artículo publicado en la revista Bonart.

  • Calahorro, Xavier, «Derrota i deriva de la cavalleria napoleònica», en Bonart núm. 138, abril 2011, pág. 68.
  • Athanassoglou-Kallmyer, Nina, Théodore Géricault, Londres, Phaidon, 2010, 232 págs.

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